Me escabullí de la nube de gente arremolinada frente al cementerio y me eché a correr. Los zapatos me iban muy prietos y los pies me dolían horrores. Enseguida noté la humedad de la herida en el tobillo, así que torcí por una callejuela y me descalcé. La acera estaba helada y, aunque pronto iba …